jueves, 12 de abril de 2007

Perro Huacho


Things were never easy for me
Peace of mind was hard to find
And I needed a place where I could hide
Somewhere I could call mine
NO SON OF MINE. GENESIS

El documental que el Leo y el Chino hicieron se llama Huachos de Alma Mater. Trata sobre la maliciosa venta de la Universidad José Santos Ossa a una de esas corporaciones vampirescas que lucran con la educación y que se llama Universidad del Mar... o del Mal... quién sabe... A parte de la cercanía sentimental con la obra, el docu es una decente pieza, emocional sin ser cebollera, con buenas entrevistas y por sobre todo, un retrato crudo del final de un sueño y hasta de una forma de vivir y sentir de la que muchos aún nos sentimos parte.

Hoy lo vi por segunda vez. Ayer, durante una entrevista, también estuve hablando un poco de la universidad en la que me convertí en periodista y en escritor; un lugar un tanto idealizado con el paso del tiempo, en el que pasé momentos de tremenda emoción, en el que hice grandes amigos y por último en el que conocí a grandes maestros. No está demás nombrarlos: Sergio Peralta, Patricia Bennett, Adriana Zuanic, Germana Fernández, Beto Plaza... Esta especie de deja vu me ha llevado a pensar que los chicos tienen razón. Yo, por lo menos, me quedé "huacho", cual quiltro malquerido echado a la calle luego de unos años de solaz y reposo... Pato Jara dice en el mismo docu que por lo menos quedamos con la satisfacción de hbaer sido "hamburguesas hechas en casa" y no en serie. Y si bien eso sirve para reconfortarme en ciertos momentos, la verdad es que no es suficiente para justificar ese vacío que se convierte en una especie de abúlica orfandad en donde me queda la molesta sensación de haber perdido una parte de mi historia personal, como si al libro de cuentos de mi vida le faltaran algunos relatos que alguien arrancó de pura mala onda...

Generalmente me pasa lo mismo cada vez que me encuentro y reencuentro con ciertos lugares en los que pasé momentos memorables de mi vida. Muchos de ellos ahora ya no existen. Se conviertieron en edificios fríos y monstruosos, en centros comerciales, en casonas resguardadas por barrotes y alarmas... y aunque levantas la pata y marcas territorio otra vez sobre los muros siempre limpios y brillantes, ya no es lo mismo. Los recuerdos quedan, pero esa necesidad de relacionarlos con una certidumbre física se ve disminuida, aplastada, sumergida entre nuevas y confusas imágenes que te van borrando el disco duro como un molesto virus que no puedes combatir con nada...

Entonces me pregunto si no seremos todos huachos en esta mierda de ciudad, si no seremos todos vagabundos que ya no tienen de qué aferrarse para justificar caminatas por las calles. Si nos convertimos en habitantes de una ciudad que realmente no existe, que inventamos uniendo retazos de otras vidas, de recuerdos que no son nuestros. Y entonces me da miedo salir a la calle para confirar que tengo razón, que afuera no hay sino un pedazo torvo de desierto calcinado al lado de un mar mugroso y carente de vida...

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