lunes, 19 de marzo de 2007

El Viejazo




The sun is the same in the relative way, but you're older
Shorter of breathe and one day closer to death
TIME. PINK FLOYD

El sábado salí de mi encierro voluntario y partí con Carla, Fran y Camila al "fogón" de la UA, en la playa de arenas grises que está al sur de la ciudad. Y así, "fogón" porque de fuego no había nada... Sólo un montón de gente entre tinieblas, vasos plásticos cargados de trago que se vaciaban más rápido de lo que se llenaban, pendejos que recién van a saber lo que es la univeridad y varios e infaltables "adultos jóvenes" excesivamente verdes, en plan de cacería nocturna, con los ojos avizores, las palabras supuestamente precisas en la punta de la lengua, los autos esperando ansiosos, un copete de calidad colgándoles de un brazo y la billetera gorda y ofensiva del otro.

Nos sentamos cerca de los roqueríos. Ellas tomando vino y yo con una bebida, tratando de olvidar que iba de camisa, pantalón de tela y zapatos, recién salido de la oficina, sintiéndome tan ancrónico como añejo, tratando de recordar por qué me divertía tanto en los fogones de antes, cuando era igual de pendejo. Y la verdad, no lo recordaba. Estaba tan norracho la mayoría de la veces que lo supuestos recuerdos que tengo de aquellos memorables carretes es por comentarios de terceros que disfrutaban a carcajadas con mis estupideces. De todas formas, no creo que hubiera podido mantener la cordura sin tomar unos cuantos tragos en aquella época.

Ahora, en cambio, traté de encontrarle gracia a tanta pendeja borracha, a tanto huevón jugoso, a tanta engrupida barata, a tanta gente reunida sin una razón muy clara... pasarlo bien, drogarse, tomar hasta el hartazgo... Bueno, quizás no necesitamos razones. Quizás basta con tener la esperanza de encontrarse en medio de la noche y de la arena que se te pega en el poto con una mujer maravillosa. Quizás basta con unos cuántos tragos para olvidar que estas en la ciudad e imaginar que aquel espacio escaso de playa es el paraíso. Quizás basta con unos cuantos porros para reírse y pasar el rato, sin hablar de nada muy profundo. Quizás basta con las ganas de engrupirse a una pendeja y si es posible, follársela para contarle al otro día a tus amigos en la oficina. Quizás simplemente se trata de eso: olvidar que vas a entrar a la universidad y que es muy probable que no dures un maldito semestre. Olvidar que vienes saliendo de la oficina a la hora del pico y que aún no te pagan las horas extra. Olvidar a tu pololo allá, quizás en qué ciudad, y dejarte seducri por el primer huevón medianamente atractivo que se te cruce en el camino, sólo para saber qué se siente. Olvidar que el mundo está cagado y que no puedes hacer nada para cambiarlo, que la maquinita capitalista y consumista te está comiendo y que gozas con eso... Olvidar, olvidar, olvidar... Ser uno con la arena negra, gruesa y pestilente, ser uno con todos los que se pasean de acá para allá, felices, borrachos y estúpidos. Ser uno más en la masa informe que te rodea, la masa a la que no le importas a menos que estés contento y digas algo divertido para que todos rían...

No me deprimí, pero no dejo de pensar que los años han pasado ni de preguntarme por qué ese joven de pelo largo que hacía exactamente lo mismo que ellos hacen, ahora se ha convertido en este estropajo vestido de pantalón caqui y camisa celeste que, en el fondo, envidia aquella exagerada despreocupación.

La noche se apagó y nos fuimos a dormir. Más que nunca, extrañaba estar borracho para haberme mantenido inconsciente y estúpidamente feliz y haber disfrutado de aquella noche profana, en vez de haberme dado cuenta que los años pasan y que ellos aún no saben lo que les espera...

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