viernes, 9 de marzo de 2007

OJOS DE YESO

hopeless, helpless soul unchained
i succumb again
come to me and make me blind
dark-eyed dream of mine
WHAT SHOULD BUT DID NOT DIE. ANEKDOTEN


Día tras día pasa frente a la misma vitrina. Día tras día observa aquel maniquí y está seguro que aquello ojos de yeso la observan a ella y sólo a ella. Entonces, toma la costumbre de detenerse ahí unos segundos, con cualquier excusa, sólo para cerciorarse que las pupilas perfectamente pintadas por las manos del anónimo artesano se concentran en las suyas, aguzadas y suplicantes, augurando una pronta liberación. Entonces ella enrojece, baja la cabeza y continúa su camino, temiendo que alguna innombrable psicopatología se esté apoderando de su mente.

Por las noches piensa en él, en el príncipe hermoso que debe esconderse bajo aquella capa de rígido material, en sus hermosos ojos verdes y en la perfección de su cuerpo. Sueña con tocar sus manos heladas y besar sus labios decolorados y por fin, romper el encantamiento lóbrego que lo condena a vestir la moda otoño/invierno y primavera/verano que dicta cada sucesiva temporada de soledad y silencio.

Pero es inevitable. Todos los días vuelve a pasar frente a la misma vitrina y ya conoce hasta las más microscópica de las grietas del maniquí que, sin importar en qué posición esté, continúa mirándola con fijeza absoluta y transparente, casi animal, rogándole liberarlo de aquella absurda prisión pétrea y desabrida.

Entonces, una noche, ella decide romper la vitrina. Toma una piedra que apenas si puede levantar sobre su cabeza y la arroja contra el vidrio que estalla en un millar de cuentas de artficio. Vuelve a coger la piedra y la arroja contra el maniquí, despedazando el yeso en otras tantas cuentas, esta vez blanquecinas y polvorientas que se estampan sobre la alfombra rala del habitáculo. Casi sin pausas y esforzándose como nunca antes, termina por despedazar cada parte del cuerpo de yeso en sucesivas oleadas de piedrazos lapidarios. Agotada, se sienta junto a la cabeza cercenada y se queda mirando los ojos fríos que no estaban tan bien pintados como ella pensaba y que ahora, miran hacia el cielo oscuro con la misma frialdad suplicante con que la miraban a ella día tras día.

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